miércoles, 5 de noviembre de 2014

Oceánide: Dibujo a Lápiz homenaje por su Sexto Aniversario

Hoy me apetecía hacer un dibujito a lápiz y me acordé de Oceánide, uno de los relatos de terror que escribí al que le tengo un especial cariño. Por eso se me ocurrió hacer este dibujo- homenaje, porque de vez en cuando mis propias historias me vienen a visitar y me dicen: 
- ¡Hola Amarie! No te olvides de mí.
Y no, no me olvido...  mi querida sirena asesina cumple este mes de noviembre 6 añitos, porque fue en estas fechas allá por el 2008 que las primeras palabras de este relato fueron escritas por mí.

Así que aquí dejo el sencillo dibujo a lápiz de James y su sirena que he realizado esta mañana... y una vez más (aquí en mi blog) su curiosa historia de amor.



OCEÁNIDE

“Una vez hubo una flor
Que soñaba ser lucero,
Para asomarse a la orilla
De unos ojos marineros.”


Búscala....

Desperté sobresaltado... Me sentía muy acalorado, otra vez había soñado lo mismo. Otra vez con esa voz de mujer suave, melodiosa, tan cálida y atrayente que repetía una y otra vez algo sobre una misteriosa flor. Pero en el sueño solo puedo ver la luna nacarada sobre un mar de olas incesantes. Me llevé unos minutos tumbado boca arriba meditando sobre el verso...el significado de esas palabras y la razón de por qué sueño lo mismo cada noche desde que embarqué hace ya más de un mes. Al no llegar a ninguna conclusión lógica me levanté del catre y busqué lápiz y papel para escribir el verso... Tal vez mañana alguno de los marineros, compañeros de faena, conocieran este verso... O al menos, lo hubiesen escuchado alguna vez.

El día siguiente fue tan duro de trabajo como el anterior, pero eso no quitó de mi cabeza el recuerdo de esa voz, ni las palabras que me repetía. Les enseñé el verso a casi todos los tripulantes del barco y jamás habían oído de el. Mucho no podía pedir de esos ignorantes pescadores. Ésa noche nuevamente volví a soñar con esa voz. La podía sentir susurrante en mi oído, cálida y hermosa, haciendo que se erizara cada vello de mí curtida piel:

“Tanto desea reflejarse
En tan hermoso cristal,
Tanto lo ansia y espera
Que muriendo sola está.”


Búscala James... Búscala...


Otra vez desperté asustado e inquieto. El mismo sueño de cada noche... había cambiado. Esta vez, el verso era distinto aunque la misma voz lo pronunciaba. Las imágenes que vi en esa ocasión seguían siendo de un fuerte olaje marino en una noche despejada de luna llena, pero las impetuosas olas chocaban contra un acantilado, quebrando el agua en miles de brillantes diamantes relucientes a la luz de la luna añil. ¿Qué significaba ese sueño? ¿Qué era esa flor tan hermosa que desfallecía por ser rescatada? La duda me mantuvo el resto de la noche sin dormir y el resto del siguiente día anonadado. Quería resolver el misterio que mi propia mente había creado.

Esperé con gran deseo a que cayera la noche, para poder irme a dormir y soñar con la dulce voz de mujer. Pensé que la inquietud, me impediría conciliar el sueño... Pero me equivoqué, mi cuerpo se hallaba tan agotado por la paliza de un día tan laborioso, que los ojos rápidamente se me cerraron y todo se volvió oscuridad. En aquella oscuridad sentí alguien pasar a mi lado. No podía ver nada, pero unos suaves cabellos me rozaron la cara dejándome impregnado de un exquisito aroma a flores... Como el perfume de una mujer. Giré mi cuerpo siguiendo su estela. Y una voz resonó en mi oído acompañado de un cálido aliento que rozó mi mejilla:

“Atrapada tras el acantilado
Quiero desfallecer,
Porque aunque mire al horizonte
El mar no puedo ver.”

Sálvame James...

Nuevamente me desperté. Enloquecido por esa voz me puse en pie y salí a cubierta. La noche estaba despejada, el cielo abierto y estrellado albergaba una grandiosa luna llena de color marfil. El mar estaba totalmente sosegado como un estanque. Miré en todas las direcciones... Pero no vi nada más que la curvada línea del horizonte. Busqué en mi bolsillo el trozo de papel donde escribí el verso e hincándome de rodillas en la húmeda madera añadí las nuevas líneas al poema que iba creciendo. ¿Qué significaba todo esto? ¿Dónde estaba esa mujer? Por verla con mis propios ojos daría cualquier cosa de mi estúpida e insignificante vida e iría a salvarla al fin del mundo si fuera necesario. Cubrí mi cara con mis manos, estaba enloqueciendo. ¿Pero de qué demonios estaba hablando? La cabeza me daba vueltas y no paraba de repetir esas palabras una y otra vez. De pronto... Oí un murmullo, suave y dulce junto a mi oído:

- James...

Me giré en redondo, pero nadie había tras de mí. Estaba solo en cubierta. Volví a oír mi nombre como traído con la suave brisa:

- James... Estoy aquí...

Me giré nuevamente en dirección al lugar de donde procedía aquella brisa. A lo lejos pude ver como las calmadas olas se agitaban al chocar contra las rocas.

-¿Dónde estas? - Grité - Iré a buscarte.

La brisa nuevamente trajo su atrayente voz a mi ansioso oído, un susurro desgarrador que me llevo hacía la proa:

“Si soy yo la dulce flor
Y tú mi deslumbrante marinero,
¿Demostrarás que tu amor
No me es tan traicionero?”


- Yo jamás te traicionaré mi flor. - Afirmé respondiendo a su pregunta.


Sentía que estaba cerca, podía notar la calidez de su voz, el perfume de sus cabellos y la pasión de sus sentimientos. Estaba dispuesto nadar hasta el mismísimo infierno para sacarla de allí y fundirla en mis fogosos besos. Entonces pude vislumbrar junto al acantilado sobre unas rocas lo que me pareció un cuerpo de mujer. Froté mis ojos para aclarar la vista. Y definitivamente me cercioré que estaba allí sentada esperándome para ser rescatada. De nuevo el viento atrajo su perfume y una voz que me llamaba:

- James... Sálvame... James...

Corrí en busca del timón, tenía que cambiar el rumbo de la embarcación, estaba totalmente enloquecido, su voz sonaba y resonaba en mi cabeza repitiéndome que la salvara... Estaba ebrio de su aroma y trastornado por su calidez... Quería llegar hasta ella y por fin tocarla... Cogerla entre mis brazos y amarla... Esa única idea se repetía en mi cabeza...

Al fin llegué para coger el mandó de la nave. Sorprendí al marinero que hacía su guardia nocturna.

- ¿Qué te pasa James? - Me preguntó con mala cara. - Este no es tu puesto, lárgate.

Por un instante no supe reaccionar, pero oí de nuevo la voz de mi amada pidiendo entre lágrimas que la salvara. Me armé de valor y cogí una cuerda que por el suelo había y rodeé la garganta del marinero. Intentó defenderse y desprenderse, pero apreté un fuerte nudo para que no pudiera soltarse. Lo arrastré hacía la popa, sus botas golpeaban la madera del suelo mientras pataleaba asfixiado. Lo agarré por sus ropas para, de un puñado, lanzarlo fuera del barco. Su cuello estaba ensangrentado y la cuerda hundida en su carne... Clavaba las uñas intentando aun desprenderse del cabo que rodeaba su garganta... Pues ya no podía respirar y su cara estaba amoratada. Aun pataleaba. Entonces lo dejé caer al mar, pero sin soltar la cuerda... Se oyó un crujido seco al frenar la caída del marinero colgado. Ya dejó de patalear y dejé caer el cuerpo inerte al mar. Me dirigí al timón y puse rumbo a mi amada flor.

Una vez orientado el rumbo me dirigí a proa una vez más. Allí oía mejor que en ningún otro lugar la melodía de su voz. Tan atrayente, tan enigmática, dulce y aromática. Me tenía encandilado. Tarareaba dulcemente un verso, que rápidamente reconocí:

“Una vez hubo una flor
Que soñaba ser lucero,
Para asomarse a la orilla
De unos ojos marineros.

Tanto desea reflejarse
En tan hermoso cristal,
Tanto lo ansia y espera
Que muriendo sola está...”



- No estarás sola nunca más... Yo voy a estar a tu lado... Mi flor...

Inesperadamente un fuerte golpe frenó la embarcación y me vi precipitado fuera del barco...

Por los aires salí expulsado, lamentablemente no caí al agua, sino sobre una enorme roca plana. Mi espalda crujió con un enorme chasquido. Aullé de dolor al sentir como se quebraban mis vértebras, además no pude mover ni un centímetro mi cuerpo, ni ninguna de mis extremidades, comprendí que se había roto mi columna vertebral con aquel golpe.

Alcé la mirada, el barco se hallaba encallado en las rocas... Inmóvil y roto igual que yo. Oí las voces de los marineros que corrían por la embarcación intentando salvar sus vidas... Pero un aroma a flores y un dulzor cálido de mujer atrajeron toda mi atención. Ahí apareció junto a mí, una mujer de cabellos rojos como el fuego, de piel aterciopelada y blanca como la nácar se acercaba a gatas colocándose sobre mi cuerpo indefenso. Sus rizos acariciaron mi cara, envolviéndome en su suave aroma y calidez. Aquella mujer de ojos verdes y labios rojos me miraba apasionada y acariciaba mi cuerpo manchando sus manos de la sangre que de mí brotaba. Tal embrujo tenía sobre mí que ya no sentía dolor... Solo la satisfacción de ver su escultural figura sobre mi cuerpo y sentir sus labios sonrientes rozar la piel de los míos:

- Gracias por la cena James.

FIN






Identificador: 1405090827251
Fecha de registro: 09-may-2014 12:33 UTC







1 comentario:

  1. Excelente relato, disfrute mucho leyendo :). Quisiera compartirte algo que escribí http://elcirculofungico.blogspot.com/2014/10/la-hija-de-la-noche_19.html

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