martes, 24 de noviembre de 2009

ELLOS ME COMERAN (capitulo 2)

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Capitulo 2: Un extraño caballero.
Para cuando desperté un joven caballero me sostenía entre sus brazos. Me sentía mareada y el corazón me palpitaba enérgicamente. Volví a mirarle por si le reconocía, pero jamás le había visto. Él me hablaba, pero yo apenas le oía pues estaba ensimismada mirando su rostro. Jamás vi unos ojos como aquellos, eran de color gris pero tenían un brillo especial como la plata. Pero no era solo su color lo que acaparaba toda mi atención, era algo más intenso … algo más profundo, un misterioso secreto escondían esos ojos, esa mirada triste, abatida y sin esperanzas.
- Señorita, ¿Se encuentra bien?... Señorita, me oye … ¿Está sola … se ha perdido? - Asentí con mi cabeza, aun no podía articular palabra. Aquel joven de bello rostro aun me sostenía entre sus brazos y me miraba fijamente.
- ¿Puede sostenerse en pie? - Me ayudó a incorporarme, pero mi tobillo dañado falló y nuevamente me precipitaba hacia el suelo. El joven agarró fuerte mi cintura para evitarme el golpe. - Parece que no podéis caminar … será mejor que os lleve en brazos …
Y sin ningún esfuerzo me alzó del suelo y me sonrió.
-…Como una princesa. - Agaché la cabeza para evitar su mirada pues sentí que mi rostro se encendía por el rubor. La presión en mi garganta, me impedía hablar y en mis oídos retumbaba el eco de mi corazón, pero hice un esfuerzo e intenté articular alguna palabra. Al fin lo conseguí y pude decir … Gracias.
Él sonrió dulcemente. - Veo que sabéis hablar, eso sin duda es buena señal. ¿Le importaría decirme a dónde llevo a su majestad? Aunque si lo preferís, nos quedamos aquí toda la noche. - Me sentía avergonzada, sin ni siquiera conocerme a mi, ni el nombre de mi familia ése señor estaba dispuesto a ayudarme por simple bondad. Le dije la dirección de mi casa y sin vacilar un instante comenzó a caminar hacia allí.
Las calles estaban desiertas y a oscuras. Lo único que resonaba en el silencio de la noche eran los pasos del joven que me llevaba de vuelta a casa. Nuevamente caí en profundos pensamientos … ¿Cuál era la razón de su tristeza? Inesperadamente el joven comenzó a hablarme:
- Cuando me siento mal, suelo ir a pasear a esos jardines. A veces paseo tan centrado en mis pensamientos que no me doy cuenta de que las horas pasan y cuando me libero de mis reflexiones descubro que es bien entrada la noche … Estaba en una fiesta muy aburrido así que me despedí temprano y tenía cosas en las que pensar así que decidí volver a casa caminando y acercarme a aquel lugar … en realidad hacía mucho que no pasaba por aquí … tal vez fue el destino quien me colocó allí para poder conocerla. - Yo le miraba fijamente. - Tal vez piense que no le interesa nada de lo que hablo, pero odio los silencios incómodos y ya que la princesa sin nombre es bastante reservada … me tomo la libertad de monopolizar la conversación. - Volvió a gesticular una dulce sonrisa.
- Me torcí el tobillo mientras corría.
- ¡Valla! Es por eso que no podíais manteneros en pie. - Mientras decía esto llegamos a la entrada de la mansión. - Supongo que no salió por la puerta principal, ¿verdad? - Negué con la cabeza. - ¿Por dónde entonces? - Le indiqué que por atrás y siguió caminado hasta rodear la mansión. Señalé al balcón de mi habitación que aun seguía abierto.
- ¿Dónde dejo a su realeza? - Y me miró a los ojos. Algo dio un vuelco en mi corazón y sentí como algo reventaba dejando en libertad miles de mariposas volando bajo mi pecho. Sólo pude decir una palabra: Dentro. Asintió con la cabeza y se dispuso a cruzar el umbral del mi balcón. En cuanto entró hizo un análisis general del dormitorio y aun estando totalmente a oscuras encontró sin problemas la cama y con mucho cuidado me dejó sobre ella. Se quedó sentado en la cama e inclinado hacia mí, muy cerca de mi rostro y tras unos segundos en silencio me preguntó cual de mis pies era el afectado. Yo levanté mi pie izquierdo y él me pidió permiso para mirarlo. Accedí. Levantó un poco mi falda y tras quitar mi zapato dejó al descubierto mi pie desnu
do. Estaba rojo e inflamado y tras un leve masaje y movimientos de giro volvió a dejarlo sobre la cama. - No está roto, pero deberíais guardar reposo.
- ¿Sois médico? - Inmediatamente me arrepentir de aquellas palabras, no quise ser mal interpretada.
- Si desconfiáis de mí no debió dejarme entrar en su habitación.
- No, no es eso … yo …
- ¿De quién corrías princesa, alguien la perseguía?
- No lo sé. Estaba asustada.
- ¿Y ahora estáis asustada? - Nuevamente se inclinó sobre mí, aun sus manos no me tocaban pero sus dedos jugaban con la cinta que llevaba al cuello de la camisa.
- Si. - Susurré y dos lágrimas corrieron por mis mejillas. Él joven caballero me miró a los ojos como intentando ver más allá de lo que mis pupilas mostraban. Otra vez me hipnotizó es
a triste mirada. Dejé de temer … dejé de sufrir … dejé de ser … yo, sólo quería descubrir esa tristeza que le invadía.
Entonces dejó de jugar con la cinta negra y se dirigió a mí con estas palabras:
- Nunca de confianza a desconocidos, ni salga de casa sin compañía. Es muy joven y bonita y puede ser que alguien se encapriche de usted. - Se puso en pie y se inclinó. - Buen
as noches princesa. - Entonces giró y se dirigió hacia el balcón abierto.
- ¡Espere! - Él solo ladeo la cabeza. - ¿Cuál es su nombre? ¿A quién debo agradecer mi rescate? - Con la escasa luz que por el balcón entraba distinguí una suave sonrisa en sus labios. Se giró y me dijo inclinando su cabeza y haciendo un gesto de reverencia muy cortés que era el doctor Szayel Ross. ¿¡Verdaderamente era un doctor!?
- Y supongo que usted es familiar del señor Doyle, pues esta es su mansión, ¿no es así?
- Soy Laila Doyle, hija de George Doyle. Gracias doctor por todas las molestias que se ha tomado por mí.
- No es nada … siempre que no vuelva hacer algo parecido, su padre se preocuparía mucho si algo le pasara.
- Él no tiene nada de que preocuparse … ya está descansando de las preocupaciones, dudas, miedos … - La sorpresa invadía su rostro.
- ¿Ha muerto? ¿Qué le ocurrió?
- Era anciano y estaba muy enfermo … - La expresión de su cara cambió, ahora lucía algo más sombría.
- Lo siento, no sabía nada. ¿Vive entonces con su madre y hermanos supongo?
- Verdaderamente mi padre nunca solía hablar de su familia, ¿verdad?... No se preocupe, nunca fue un hombre cariñoso … ni familiar. - Leí en su rostro que desconocía la existencia de la familia … aunque al parecer si que conoció a mi padre y la mansión Doyle. - Yo … soy la única Doyle que queda con vida.
- Lo siento. He sido un poco desconsiderado, veo que verdaderamente lleva luto y que tiene muchos motivos por los que estar deprimida, pero no desespere … siempre vienen momentos mejores. No deseo perturbarla más. Buenas Noches.
- Buenas noches y gracias de nuevo. - Esa vez si cruzó la entrada secreta a mi habitación por la que horas antes me había fugado y cerró el balcón desde fuera. Permanecí acostada en la misma posición durante horas … esa noche no pude dormir, un revoltijo de sentimientos invadían mi mente y todos ellos relacionados con el joven doctor, su bello rostro, su elegante porte, su triste mirada … ¿Qué ocultaban esos misteriosos ojos?
AmaRiË
Noviembre 2008





Relato registrado como propiedad del autor: T. Fernández Ávila
Puede encontrar la obra registrada en SafeCreative bajo el nombre de: Ellos me Comeran
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