Hola gentecilla hoy os traigo (de nuevo) una entrada de terror!
El mes pasado terminé este relato, que aunque no es el más terrorífico de mis relatos (la verdad hay que reconocerla) está basada - no literalmente - en unos sucesos que ocurrieron en mi propia casa.
Hoy lo he subido a Internet y quería compartirlo con vosotros (que sé que sois unos morbosillos) Sé que os acabareis preguntando ¿qué es lo que pasó en tu casa Amarie?
Algunos al leer el relato lo reconoceréis inmediatamente, porque en más de una ocasión lo he contado... para todos los demás ¡dejo que vuele vuestra imaginación!
Podéis descargar el relato en pdf en este enlace: RELATO EL VECINO DE ABAJO, T.Fernández
Cajas apiladas junto a la puerta repletas de objetos, recuerdos y entrañables posesiones.
- ¡No sueltes mis cosas así! Vas a romper algo.
Mis nervios estaban crispados, cables de alta tensión haciendo conexiones chispeantes en un suelo mojado. Odio las mudanzas y esta era la tercera en menos de un año. La crisis económica, los contratos basura y toda la mugre política que estaba llevando a este país a la estacada habían convertido mi vida laboral de los últimos años en algo inconsistente y blanduzco. Lo que me llevaba a estar buscando continuamente viviendas más baratas y, claro está, en peores condiciones. Mis pocas posesiones estaban más tiempo dentro de esas cajas de cartón que colocadas en los estantes y los pocos muebles que llevo de un lado a otro.
Pero he aquí una vez más a Valeria, empezando una nueva vida, en un viejo edificio donde la esperanza de vida de sus inquilinos está a punto de expirar. Todo huele a Thrombocid*, a guardado, a polvo no limpiado en décadas. Aquí huele como si detrás de la cortina fuera a encontrar un decrépito fósil humano en descomposición. Pero es lo que puedo permitirme hoy, tal vez mañana la vida me sonría y pueda vivir en un chalet con piscina a las afueras de la ciudad. Aunque eso, tal vez, sea pedir demasiado.
* Thrombocid: pomada para el alivio local sintomático de los trastornos venosos superficiales como pesadez y tirantez en piernas con varices en adultos. (La pomada favorita de los abuelos/as).
Los primeros días tras la mudanza me he dedicado a buscarle un hogar a mis libros favoritos, mis vaqueros y camisas que uso a diario, mi tazón de Hello Kitty, mi colonia barata de imitación que suelo dejar sobre una caja de cartón que hace de improvisada mesita de noche. No me atrevo a sacarlo todo, pues tal vez en un mes o dos tenga que volver a empaquetar para marcharme y odio guardarlo todo una y otra vez.
Nada más llegar me agradó descubrir que los vecinos eran altamente silenciosos. No tenían perros que ladraran, no usaban martillos o taladros en las primeras horas de la mañana, no eran fans incondicionales de los que sienten la necesidad de demostrar al vecindario su amor por Los Chunguitos, Camela o La Húngara... simplemente parecía que yo estaba sola en el edificio y que era la única que hacía algún ruidito al mover un mueble o rachear una silla.
Pero este paraíso silencioso de relax no tardó en esfumarse ante mis propias narices. Mi primer fin de semana en el piso nuevo decidí hacer sesión de cine. No tenía trabajo acumulado, así que estaba bendecida con mucho tiempo libre pero mis amigos no estaban disponibles para salir. Así que abrí una de mis cajas de cartón, la que tenía un letrero que anunciaba: DVDs. Rescaté la Trilogía de El Señor de los Anillos. Ahí encontraría horas de distracción gratuita.
Todo comenzó con la forja de los Grandes Anillos... y así la tarde del sábado se convirtió en la noche de La Comunidad del Anillo, Las Dos Torres y ya entrada la madrugada El Retorno del Rey. Mi cuerpo no admitía ni una chocolatina más, ni un puñadito de palomitas dulces o saladas. En cuanto terminase la película y la voz de Annie Lennox anunciara el final de mi tan amada Saga, esta dama de pijama gris se iría a la cama. Así sin más.
La canción "Into the West" sonó para mí una vez más y con el sabor agridulce del final de la película me dispuse a apagar la televisión. Durante unos instantes me quedé en completa oscuridad y silencio, salvo por el pilotito rojo que anuncia que la televisión está apagada pero no desenchufada.
No, silencio no. Algo se oía más fuerte de lo normal en la habitación del fondo del pasillo. Di un salto casi olímpico para alcanzar el interruptor de la pared y poder encender la luz del salón. Afiné el oído, seguía escuchándose. Miré pasillo a través y al fondo solo se apreciaba la más intensa de las oscuridades. Poco a poco fui caminando descalza por el estrecho pasillo. Cuando alcancé el interruptor de la luz lo pellizqué en busca de ayuda visual, pero se me había olvidado ponerle una bombilla nueva a la vieja lampara que aun decoraba la delgada estancia.
- Mierda de bombilla. - susurré mientras me adentraba en la oscura habitación del fondo del pasillo.
Se oían claramente varias voces, como si alguien tuviese puesto un programa de televisión de cotilleos donde todos discuten con todos. Encendí la luz del vacío cuarto. Silencio. Todas esas voces que procedían de ese lugar enmudecieron en el momento en el que el amarillento resplandor de la solitaria bombilla que habitaba la vacía estancia hizo acto de presencia. Silencio absoluto.
Un poco desconfiada y temblorosa apagué esa luz. Me giré hacia mi dormitorio que tan sólo estaba a unos pasos a la derecha junto a la puerta del baño. Antes de prender la nueva bombilla el sonido televisivo volvió a sonar. Me giré corriendo hacia el dichoso cuarto y encendí la luz. Silencio. Era encender la luz y todo sonido procedente de esta habitación se esfumaba en el aire.
- Esto es una broma pesada, ¿no? - espeté al aire frío de la vacía estancia.
Entonces como si de una respuesta se tratara volvió sonar aquellas voces. Me sobresalté y retrocedí varios pasos. ¿De dónde procedía aquel ruido?
Me animé a mi misma a entrar y buscar el foco del sonido. Vivía sola en aquel piso y si no me atrevía yo misma a investigar ¿quién lo iba ha hacer? Encogiéndome como un feto bajo la sábana y esperar a que pasara la noche no iba a solucionar nada.
Me colé descalza y de puntillas pegada a la pared en todo momento, manteniendo la mirada atenta a cualquier movimiento. No había nada allí. Todo estaba vacío en aquel lugar, salvo por el ruido.
Comprobé el cerrojo de la ventana con insistencia. Estaba perfectamente cerrada. Miré en todas direcciones y el ruido no parecía provenir de ningún lado. Simplemente esta aquí, rodeándome. Con la espalda pegada al muro me deslicé hasta sentarme en el suelo pensativa. ¿Cuál era la solución a este misterio? No pensaba irme a la cama sin resolverlo.
Tras unos segundos que se me hicieron eternos, aterrada por lo insólito de la situación, mis ojos hayaron una posible explicación. Había una rejilla de ventilación en un rincón del cuartito vacío. Por ahí debía de colarse el sonido desde la casa de algún vecino del edificio. Gateando crucé la habitación y pegué el oído al conducto.
Efectivamente el sonido era más alto allí dentro. Me quité la parte de arriba del pijama gris y con ella taponé esa entrada y salida de aire. Problema resuelto. Esa noche dormí relativamente tranquila. Fue la última noche que pegué ojo en ese piso.
A la mañana siguiente mientras me arreglaba para salir con una amiga y disfrutar de un soleado domingo de primavera tropecé en el pasillo con mi pijama gris destrozado. Alguien lo había rajado y hecho jirones. La puerta de la habitación vacía esta habierta ¿la había dejado yo así? Miré desconcertada hacia la rejilla de ventilación. Pero estaba colocada en su sitio y no había nada extraño. Todo estaba bien. Tiré la camiseta del pijama a la basura y me fui a la calle. En todo ese día no volví a pensar en ello ni una sola vez... hasta que volví a casa ya entrada la noche.
Convencí a Clara, mi mejor amiga, para que se quedara a dormir conmigo esa noche. En mi fuero interno sentía miedo de volver a escuchar algo, pero eso no se lo conté a ella.
Cenamos viendo la televisión, charlando de nuestras aventuras románticas y criticando alguna que otra "amiga". Cuando nos fijamos en la hora, era bien entrada la madrugada, reíamos descontroladas y ambas teníamos una copa de vozka en la mano. Suele pasar.
Nos fuimos a la cama juntas. No iba a dejar que se quedara en el sofá y la habitación de invitados, esa estancia fría y vacía, prefería tenerla bien cerrada al público.
Caímos rápidamente en un sopor digno de todo el alcohol que ingerimos aquella noche. El silencio reinaba en el piso... y en todo el edificio como era costumbre. Hasta que volvió a ocurrir.
Abrí mis ojos de par en par y lo primero que pude enfocar fue el despertador de números fosforitos sobre mi mesilla improvisada que marcaba las tres en punto de la mañana. Sonaba un televisor con el volumen muy alto, demasiado fuerte para esas horas de la madrugada.
Me acerqué a Clara y zarandeándole el brazo le susurré:
- ¿Oyes eso?
- ¿hujummmm?
- Ese ruido, ¿lo escuchas? - insistí.
- Es la tele de tu vecino, no es nada. - Y se giró sin más para seguir durmiendo.
Esa noche no pegué ojo. No me atreví a levantarme a investigar pues temía que alguien estuviera por ahí dispuesto a romper en pedazos otra de mis camisetas... o a mí misma. Toda mi atención estaba en el sonido de aquella televisión y mi mirada fija en la puerta cerrada (sin pestillo) de mi dormitorio.
El lunes amaneció gris, con viento gélido y susurrante. Al entrar en la cocina la ventana estaba completamente abierta y la cortinilla se agitaba descontrolada por culpa del fuerte aire. Cuando me dispuse a recoger la tela y cerrar la ventana, un coche de policía estacionado frente a la puerta del edificio captó mi atención.
-¿Espiando a los vecinos? - De un salto me giré.
- Me vas a matar Clara.
- Te noto algo asustadiza ¿estas bien?
- La policía esta en el edificio. Me pregunto si han entrado a robar o algo malo a ocurrido aquí, eso es todo.
Clara y yo permanecimos un buen rato observando por si descubríamos el motivo de la visita policial. Llegaron también una ambulancia y por último los bomberos. Clara y yo nos miramos alarmadas.
- Esto parece serio, Valeria. - Ya no había ni chispa de humor en la mirada de mi amiga.
Todos ellos entraron en el edificio y a los pocos minutos grandes golpes resonaban por todo el bloque, haciendo temblar los tabiques y cristales. Clara y yo nos mirábamos de hito en hito a la vez que no quitábamos ojo del portal de entrada. La morbosa curiosidad nos tenía pegadas a la ventana de la cocina.
Finalmente salieron todos en fila ordenada y con las cabezas gachas. Aquellos que llevaban uniforme sanitario empujaban una especie de camilla con un sospechoso bulto envuelto en sábana blanca.
- ¡Oh, Dios Mio! ¡Han matado a alguien! - Grité histérica.
- Tal vez sea alguna persona mayor que vivía sola y ha muerto durante la noche. Es muy normal, no te pongas así. Iré a preguntar fuera, parece que hay revuelo en la escalera.
Yo me limité a quedarme paralizada junto a la ventana de la cocina mientras mi amiga salia al rellano a curiosear sobre el repentino cadáver. Regresó al poco rato con información fresca sobre toda la tragedia. Al parecer un anciano, sin familia en la ciudad, vivía justamente debajo de mi piso. El señor estaba enfermo y nadie cuidaba de él. Los vecinos que lo conocía de toda la vida llevaban varios días sin verlo salir, hoy mismo lo comentaron entre ellos y preocupados llamaron a su casa sin encontrar respuesta. Por ese motivo contactaron con la policía por si Emilio (así se llamaba) estaba muerto, o en el mejor de los casos, en un apuro.
- Valla, así que eso era todo. - Contesté aliviada a la vez que una nueva preocupación crecía en mi interior.
- ¿Por qué? ¿Qué te preocupa?
- Anoche de madrugada escuché ruidos y esa televisión a un volumen ilógico. ¿Recuerdas? Te desperté.
- No. Estaba algo borracha y ya sabes, cuando cojo el sueño... Lo siento Val, no me acuerdo.
- Pues anoche no paró de escucharse ruidos desde las tres y como un televisor a todo volumen hasta casi las cinco de la mañana. ¿Sería ese hombre intentando pedir ayuda? Me sentiría super-mal si así fuera y yo ignoré por completo cuando podía ayudarlo.
- Valeria... - Me miró consternada por lo que me iba a confesar - la policía confirmó a los vecinos que ese señor llevaba varios días muerto. Puede incluso que más de una semana. Lo que oíste anoche sería otra cosa.
- Pero se oía aquí, muy cerca...
- Sería el vecino de arriba o de otro sitio, los pisos viejos, las cañerías... a saber. No le des más vueltas. Pasó y ya está.
Ese día no pude convencer a Clara para que se quedara a dormir conmigo. Yo no era la única que tenía malas sensaciones sobre lo ocurrido, aunque mi amiga se camuflara tras sus palabras de "no pasa nada, es lo normal" "en un edificio tan viejo, los inquilinos son mayores y tienen que ir muriendo" yo sabía en el fondo que huía para no afrontar el miedo de pasar otra noche aquí.
Ahora estaba sola. Me repetía a mí misma palabras de consuelo y esperanzas, intentando olvidar lo ocurrido, pasar página para sobre llevar el día a día en aquella vivienda.
- Ya se llevaron el cuerpo, Valeria.... ese señor estará descansando en paz, no seas tonta.
Pero otra noche más me encontraba cenando sola frente al televisor, pero sin ver la televisión. Estaba más atenta a cualquier sonido externo que a la programación de aquella noche.
Cogí el mando a distancia y cambié el canal. No estaban emitiendo nada interesante y eso no ayudaba a distraer mi agitada mente. Lo solté para seguir comiendo de mi bol de ensalada de pasta y lechuga. El televisor se volvió a poner el canal anterior.
- ¿Pero...?
Agarré el mando de nuevo y cambié el canal otra vez. En esta ocasión no me dio tiempo a soltar el mando a distancia. El canal se volvió a colocar solo en el programa que no quería ver. Volví a pulsar el botón una vez más y la tele se cambió sola de nuevo.
Un repelús me recorrió de pies a cabeza. Estaban pasando cosas raras otra vez. De un modo impulsivo apagué el televisor. No quería pesar en nada sobrenatural, simplemente el aparato estaba estropeado. Eso era todo.
Me puse en pie para llevar los restos de ensalada y cola light a la cocina, evidentemente el hambre se había marchado para no volver más esta noche al igual que mis ganas de ver televisión. Me propuse recoger e irme a la cama a leer o intentar "dormir". No pensar. No cavilar más sobre este asunto... cuando antes de cruzar la puerta de la cocina siento como un familiar zumbido suena a mi espalda y seguidamente oigo las habituales voces del programa de televisión que no deseaba ver.
Paré inmediatamente mis pasos y mi respiración. Lentamente giré la cabeza hacía el sonido... y si, claro que si... era el televisor en ese maldito canal.
Corrí rápidamente a soltar los bultos en la cocina mientras intentaba controlar mis agitadas respiraciones y el temblor de manos que comenzaba a aflorar. Me sostuve con las manos en la encimera meditando que hacer. ¿no me iba a pasar la noche escondida en la cocina lejos de un televisor poseído? ¿verdad Valeria?
Conté hasta tres con sus respectivas tres profundas respiraciones y salí corriendo al salón. Salté por encima mi sofá rojo, pillé el mando a distancia y apagué el aparato una vez más. Esperé unos segundos. Sabía que volvería a encenderse ante mis ojos, algo tenía que hacer para evitarlo... de un salto me abalancé sobre el televisor y lo desenchufé de la pared.
Silencio.
Esperé un poco más... un poquito más...
Nada.
- Gracias a Dios. - Ya me sentía mucho mejor.
Me fui a la cama como ya había planeado. Cogí un gordo y aburrido libro de esos que provocan somnolencia con solo levantar la tapa, y me dispuse a leer hasta quedarme dormida. Todo fue bien. Leí al menos dos horas hasta que el nerviosismo y el temor fueron diluyéndose en un sopor que me transportó a sueños inquietos, de esos que no recuerdas al despertar.
- gerjiflskeñlsdk skdja, un barco en la costa de djkdkdlkjf, seis tripulantes... ksjdkas
Abrí los ojos como platos. El despertador fosforito marcaba las 3 A.M. y se oía un televisor/radio relativamente cerca.
- Imposible. - Susurré más para consolarme a mi misma que para ninguna otra cosa.
Ahí estaba yo, sentada en la cama de mi habitación afinando el oído al máximo para descubrir si el televisor era de algún vecino o el de mi propia vivienda. Pero si quería saberlo con certeza, no podía dejar pasar otra noche sin asomarme y ver.
Me puse en pie y caminé hacia la puerta del dormitorio. Intenté hacer el menor ruido posible al girar el pomo y abrí tan solo lo suficiente para echar un ojillo. Un pequeño resplandor azulado viajaba a través del pasillo procedente del salón. Lo que interpreté como que efectivamente allí había una pequeña luz, y con total probabilidad, procedente del televisor.
Volví a cerrar. ¿Qué debía hacer? No podía vivir así, sin dormir, volviéndome loca con ruidos y televisores que se encendían solos durante la noche. Pero ¡¡si lo dejé desenchufado!! ¿o no? Tenía que comprobarlo. Si el televisor estaba desconectado, sería la sentencia final, mañana mismo estaba fuera de este maldito edificio.
Respiré hondo tres veces.
Abrí con sigilo la puerta.
Aguantando la respiración me dispuse a caminar descalza y de puntillas pegada a la pared. Recorrí lentamente el pasillo. El sonido televisivo era cada vez más alto, pero ningún otro ruido. Me asomé a la puerta abierta del salón. La tele estaba en ese odioso canal que no quise ver durante la cena. Pero desde mi posición y en la penumbra no podía distinguir si el aparato estaba o no enchufado.
Tenía que acercarme.
Observé toda la estancia vacía. No había nadie, al menos físico. Entré poco a poco. No pasaba nada. La tele seguía emitiendo con normalidad y el resto era solo silencio, un silencio tenso y antinatural. Ya estaba cerca de televisor, me agaché para comprobar los cables.
- ¡Mierda! - Me grité en susurros a mi misma.
No había encendido la luz de la habitación y ahora estaba más lejos del interruptor que de comprobar si el televisor estaba conectado. La única iluminación existente era la del propio televisor. Bastante para ver hasta ahora por donde caminar, pero escasa para comprobar si detrás del aparato el cable estaba enchufado. No iba a retroceder ahora.
Pasé junto al sofá y me agaché para mirar tras la pantalla.
No podía ser. El cable estaba caído por detrás del mueble hasta el suelo. Alargué la mano. Tenía que autoconvencerme de lo que mis ojos veían. Agarré el cable entre mis manos allí agachada frente al televisor que emitía algún telediario o avance informativo.
Me quedé paralizada.
Inesperadamente la tele parpadeó varias veces haciendo un extraño ruido. Del susto solté el cable y me retiré sin mirar atrás hasta que me topé con mi mullido y rojo sofá, donde me senté.
Mis respiraciones eran superficiales, rápidas y sonoras y no podía concentrarme en nada que no fuera aquellas imágenes que inexplicablemente el televisor emitía sin fuente energética. Poco a poco controlé mis respiraciones sin apartar la mirada de la pantalla, nada captaba tanto mi atención. Busqué a tientas el mando a distancia, donde recordaba que lo abandoné horas antes. Lo agarré entre mis frías y sudorosas manos temblorosas. Dudé unos instantes, pero en ese momento sentí a mi lado un resoplido, una especie de respiración defectuosa.
Me quedé como una imagen congelada, apenas me atrevía a parpadear. Por el rabillo del ojo podía distinguir una sombra oscura, un bulto sentado a mi lado en sofá que hasta entonces no había percibido. Cogí aire para controlar el miedo y el temblor de todo mi cuerpo. Entonces una voz grave y hueca sonó como un susurro en mi oído:
- No cambies.
De la impresión pulsé el botón del mando entre mis manos y la televisión se apagó. En ese momento y a oscuras fue cuando grité.
FIN
Joder................ desde luego sabes crear tensión O.O
ResponderEliminarDesde la parte del tv no he podido despegar los ojos de la pantalla, y te juro que cuando he oído la puerta de mi casa abrirse (estaba sola) he dado un respingo xD
Me ha encantado :-)
No sé por qué todo lo que escribo acaba dando miedo... siempre jajaja
EliminarGracias por tu comentario Laura, un besito.
¡Hola! Es la primera vez que veo un relato tuyo pero seguro que no será la última, porque este me ha gustado bastante. Está muy bien redactado, tiene la dosis justa de suspense durante toda la historia y el final es sorprendente pero no del todo cerrado, como a mí me gustan ;)
ResponderEliminarUn relato muy bueno, no esperaba menos de ti ,)
ResponderEliminarO______________________________________________________________________________________O
ResponderEliminarPues la primera vez que leo un relato tuyo y si has querido dar miedo, lo has conseguido por lo menos conmigo.Y encima lo estoy leyendo ahora de noche.
A mi mi tele me empieza a hacer cosas extrañas y me voy de casa, así te lo digo.O lo mismo me desmayo ahi mismo, no se XD
Un beso