viernes, 5 de marzo de 2010

Capitulo 4: Fiesta de Cumpleaños


Pasaron 6 meses en los que verdaderamente mi casa fue mi prisión y mis oscuras ropas enseñaban al mundo la razón de mi encierro. Pero llegó el día en el que tenía que salir.
Una mañana de mayo la campana de la entrada sonó. Al poco rato el mayordomo nos comunicaba a mi nana y a mí que la señorita Mery Anne venía de visita acompañada de su madre. Mery Anne era una amiga de la infancia pero desde hacía 5 años se mudó al norte de la ciudad por lo que nos veíamos muy poco, aunque nos escribíamos con frecuencia.
- ¡Laila, pero que delgada estas! - fue lo primero que me dijo mientras corría hacia mi para abrazarme.
- Será por el color negro… yo me sigo viendo igual.
- Tan mal lo tienes que estar pasando sola en esta mansión, con tantas preocupaciones y llevando ese horrible luto… no debes comer bien siquiera…. - verdaderamente parecía preocupada. - ¿Está comiendo bien? - Le preguntó a mi nana.
- Sí señorita Mery Anne. - dijo asintiendo muchas veces con la cabeza.
- Me alegra verte, y a usted también señora. - Les dije a Mery Anne y su madre, ambas sonrieron y tras ofrecerle asiento con un gesto de mano se sentaron. - ¿A qué debo vuestra visita? ¿Venís de camino por unos recados? ¿Os quedareis?… mandaré preparar habitaciones…
- No. - Me interrumpió Mery Anne. - Hemos venido personalmente para invitarte a mi cumpleaños. Sin ti sabes que no es lo mismo para mí. - Mi gesto se volvió serio.
- Mery Anne… ya te dije por carta que no iba a asistir. Estoy de luto aun… ni siquiera ha pasado un año…
- Pero llevas mucho encerrada… todos saben ya que has aguantado demasiado… y además estás en edad de buscar un marido o llegarás a los 20 solterona y después a ver quien se va a querer casar contigo.
- ¡¡Mery Anne!! - Exclamó su madre regañándola.
- Estoy diciendo la verdad… no se por qué te sorprendes madre, Laila es muy bonita pero su padre nunca le dejaba asistir a fiestas… ahora que puede, no lo hace por guardar luto… dentro de poco cumplirás 20 años y ni siquiera tienes admiradores… mucho menos prometido. ¿A qué va esperar? Todos los jóvenes elegirán sus futuras esposas y ¿qué quedará para ella?
- Los que no tengan dinero para conseguirse a la mujer que amen. - Se hizo un silencio incómodo cuando pronuncié esas palabras. - ¿Acaso no es verdad? Todos aquellos que se acercaran serán por una razón… y me atrevo decir que no es el amor… o al menos no el amor a mí, pero sí a mi dinero.
- Esas palabras suenan a amargura Laila. ¿Desde cuándo tu corazón perdió la esperanza? Esto no puede quedar así, amiga mía. Si quieres vestir con ese espantoso color… no te lo impediré, pero vendrás a mi fiesta, tanto quieras como si no. Y nadie se atreverá a criticarte… porque yo te defenderé, tienes derecho a ser feliz como cualquiera y hasta ahora sólo te han puesto impedimentos. Eso se acabó, te vienes a mi casa por unos días… te despejarás de tanto negocio, luto y tristeza.
No me negué… ni siquiera pronuncié palabra alguna. En mi interior sabia que necesitaba que alguien hiciera eso por mí… que me sacara de allí… de aquel pozo oscuro donde yo misma me había encerrado. Y Mery Anne era un torbellino de alegría y color, que aun si yo no lo quería, era capaz de ir buscar mi felicidad y hacer que me chocara de frete con ella.
Ése mismo día mi nana y yo nos trasladamos a la casa de Mery Anne. No vi a mi anfitriona en todo el día, pues andaba ocupada con los preparativos de la fiesta. Pronto empecé a arreglarme… aunque poco podía hacer, por mucho que me esmerara ni mi peinado, ni mi vestido llamaría tanto la atención como el de las demás jovencitas… pues el negro pasa desapercibido ante el arco iris de vestidos que llevarían todas ellas.
Cuando salí al Gran Salón ya estaba lleno de invitados. No vi a nadie conocido, también estaba algo mareada por la emoción de mi primera fiesta, todo ese jaleo de música y gente bailando y moviéndose de un lado a otro, todos hablando, riendo, bebiendo… De pronto alguien me paró.
- ¿Laila Doyle? ¿Eres tú? Soy Clarisa McLanan prima de Mery Anne Summers … ¿te acuerdas de mi? - Le contesté que sí pero creo que no me oyó, pues salió corriendo tomándome de la mano para que la siguiera. Me presentó a todas sus amigas que formaban un corrillo de cotorras. El tema principal de la noche… los jóvenes de la fiesta.
- ¿Y Mery Anne? - pregunté.
- Bailando con mi hermano Robert. ¿Que linda pareja hacen verdad? - Me señaló en dirección a donde bailaban, pero nuevamente no me dejó contestar. - Seguro que acaban casándose… desde niños se gustaron, ¿sabias? Sólo que mi hermano no es muy decidido y le cuesta pedírselo… pero se ve a leguas que se quieren. - Tenía razón… una magia especial flotaba sobre ellos mientras bailaban… ninguno miraba nada más que a su pareja de baile y sonreían felizmente… ¿era eso lo que Mery Anne quería para mi? Me quedé por unos instantes observando el baile de la jubilosa pareja… cuando oí la curiosa pregunta que hacía una de las muchachas:
-… ¿Cómo dices que se llama?
- No sé su nombre pero mi primo Víctor le llamó Doctor Ross… - De pronto la conversación de Clarisa y sus amigas captó toda mi atención.
- Es un doctor… ¡¡kyaaaa!! Creo que me estoy poniendo enferma… - dijo una de ellas y las demás rieron.
- Voy a pedirle a mi primo que nos lo presente. Sin duda es una nueva cara en la ciudad y tal vez se fije en una de nosotras… siempre es bueno tener un médico en la familia, ¿no? - Clarisa se marchó y la seguí con la mirada. Sus pasos llevaron a mis ojos hasta él. Estaba de pie en una esquina hablando con el hermano de Mery Anne. Era igual que aquella noche, no había cambiado en nada… ni su bello rostro, no su triste mirada. No me lo podía creer, sin duda el destino me había llevado a volverle a ver.
Las señoritas que estaban a mi lado me hacían en vacío y hablaban entre ellas. Estaban muy nerviosas y se disputaban al joven caballero como perras el último hueso de jamón.
- ¡Qué guapo es!
- ¡Y que alto!
- ¿Se fijará en mi?
- No seas tonta, yo soy la más bonita de todas se fijará en mi.
- Si, pero yo soy más rica, acabará siendo mío.
- Pero mirad sus ojos, no parecen reales.
Para cuando los tres llegaron Clarissa, Víctor y el Doctor Ross las jóvenes inquietas estaban serenas y tranquilas, aparentemente claro, pues fingían y actuaban su maravilloso papel de señoritas perfectas. Víctor fue quien hizo las presentaciones, dejándome a mí en último lugar. No era bastante con ser la que menos llamaba la atención con mi vestido negro y mi triste apariencia, que para rematarlo ponía por delante de mi a todas las bellas flores de la ciudad para hacerme aun más insignificante. Las nombró una a una y él, que en ningún momento me miró, las saludó con una reverencia. Cuando Víctor se dispuso a decir mi nombre… él lo interrumpió.
- No necesito que me presentes a la señorita Doyle, Víctor. - Mi corazón se encogió… - Ella y yo ya nos conocemos… ¿verdad princesa? - Sentí que mi cara se volvía roja como el fuego. Él me recordaba. Cogió mi mano y la besó inclinándose para ello. Las demás jóvenes me miraron con gestos de sorpresa, celos, odio… que casi ni se puede describir, pero yo las ignoré a todas ellas… incluso olvidé que vestido llevaba o la tristeza que debía aparentar tener… ya nada de eso importaba, porqué el se fijó en mi dejándolas a todas ellas a un lado.
- ¿Os conocíais? ¿No me dijiste nada Laila? - Clarisa me preguntó acusadora.
- Tampoco me preguntaste. - Le respondí.
- Yo que iba a saber… ¿no se suponía que estabas encerrada en tu casa, que no te relacionabas con nadie? - Clarisa seguía acusándome, evidentemente su objetivo era dejarme en mal lugar frente al doctor.
- Laila y yo nos conocemos desde hace mucho tiempo, pues yo compartía una amistad con su difunto padre - Fue el quien salió a mi defensa incluso antes de que yo misma pudiera decir nada y además me había llamado por mi nombre, sin duda quería mostrar que existía lazos de amistad entre nosotros. Aun seguía ruborizada.
- ¿Es eso cierto? Discúlpame Laila no sabía nada. - No tuvo más remedio que decir. Quise ignorarla por el resto de mi vida, así que no respondí a su disculpa y me dirigí directamente a él.
- Hacía mucho que no le veía Doctor, ¿ha estado fuera de la ciudad? - Quise continuar con nuestra pequeña actuación.
- Así es, he estado en Francia, visitando a unos parientes. He llegado hoy, pero mañana mismo tenía pensado escribirle unas palabras para informarla de mi regreso.
- Eso no es cierto, no quiera hacer que me lo crea. - Bromeé con una sonrisa. Las caras de asombro de las demás rozaban el espanto. Imaginé que pensaban que cómo seria posible que una doña nadie como yo, que no les llegaba ni a la suela del tacón, podía acaparar a ese joven para mí sola y esa idea es la que me hacía sonreír.
- ¿No se lo cree? Estoy hablando en serio. No he dejado de pensar en usted y eso que hace más de seis meses que no nos vemos. Así que desde el primer momento que pisé la ciudad quise ir a verla. Se lo juro. - Lo decía muy serio y tomando mi mano entre las suyas. En ese momento palidecí súbitamente. ¿Era verdad lo que decía? ¿Había estado pensando en mí tanto como yo en él todo este tiempo? Creo que se dio cuenta que no podría seguir el curso que tomaba la conversación y por eso continuó de la siguiente manera.
- El negro es el color que mejor te sienta, aunque sé que no lo llevas porque a mi me gusta, sino porque guardas luto, ¿o no es así?
- Claro que es porque llevo luto, ¿qué mujer iría siempre vestida de negro por gusto? - Le tuve que contestar, sentí que esas palabras me dejaban en mal lugar frente a los demás oyentes.
- Está bien, está bien… no te enfades conmigo princesa no insistiré en demostrarte más mis sentimientos, pues sé que no me correspondes. Pero por nuestra vieja amistad quisiera que me acompañaras durante la velada, para ponernos al día en todo lo que nos ha pasado… bueno, si no anda por aquí ningún otro caballero que desees que ocupe ese lugar… por favor. - Nuevamente se inclinó tomando mi mano entre las suyas. No tenía palabras para describir lo que me hizo sentir… no solo me salvó de ser ignorada y rechazada por todas ellas, sino que quería pasar esa noche conmigo. Cada vez sentía más y más que esas palabras eran verdaderas y que no fingía por hacerme un favor ante esas víboras. Así que no lo dudé, tenía la oportunidad por la que todas ellas peleaban hacía tan sólo un momento en la palma de mi mano, y no estaba dispuesta a dejarla escapar.
El Doctor Ross hizo una reverencia para despedirse del resto, mientras me decía que le acompañara a por algo para brindar por nuestro inesperado reencuentro. Yo le seguí y la verdad, no me importaba a donde me llevara pues le hubiera seguido hasta el fin del mundo.
Una vez que brindamos por nuestro rencuentro Mery Anne apareció. Verdaderamente parecía que llevaba rato buscándome, sin embargo yo ni pensé un instante en ella desde que me encontré con el señor Ross, ¡con todo lo que insistió para que viniera a su fiesta de cumpleaños! Me sentí una mala amiga, una desagradecida.
- ¡Laila, Al fin te encuentro! ¿Dónde has estado toda la velada? Seguro que acabas de bajar de tu habitación… mira que te dije que… - Entonces descubrió quien me acompañaba. - ¡Ups! Perdón. Disculpe la intrusión. No sabia que estabas acompañada Laila, vendré más tarde, ¿si? - Comenzó a retroceder.
- Espere, por favor, no es ninguna molestia. - Mery Anne volvió a acercarse… esa era su verdadera intención desde el principio, conocer a mi extraño acompañante. - Es usted la señorita Mery Anne, la razón por la que todos nos encontramos aquí esta noche, ¿no? ¿Cómo iba usted a molestar? - En realidad el joven era toda educación y amabilidad. - Feliz cumpleaños joven dama. - Mery Anne se ruborizó.
- Muchas Gracias. Yo, yo le conozco… espere… si, creo que le he visto con mi hermano Víctor ¿no? - Como era costumbre en ella empezaba a tantear el terreno… Y el joven caballero contestaba de forma perfecta al interrogatorio que Mery Anne le expuso. Después de presentarse debidamente y conversar sobre su relación con el hermano de mi amiga y su relación conmigo y mi familia… el doctor Ross propuso otro brindis, esta vez por el cumpleaños de la anfitriona, así que se fue por unos instantes a por las tres copas de champán.
- ¡Lailaaaa, Nunca me hablaste de él! Pero que guapo es, es un joven increíble. Y está interesado en ti, ¿se te ha declarado? Le habrás dicho que si, ¿no? como no le digas que si te mato me oyes, pero te has fijado bien… ¿de que color tiene los ojos? ¡Que preciosidad! - Estaba muy nerviosa y contenta por mi, era evidente que su prima ya le había informado de algo antes de encontrarnos.
- Gris.
- ¿Qué dices Laila?
- El color de sus ojos… es gris.
- ¡ohh! No parecen reales, es como cristal con un brillo que hipnotiza, ¿verdad? - Mary Anne estaba fascinada con mi supuesto pretendiente.
- Tu prima Clarissa…
- Si, si ella me contó todo… me gustaría haberos visto. ¿De verdad se volcó tanto en ti cuando te vio que ignoró a las demás? Ja, ja, ja. Mi prima siempre fue muy presumida, de seguro que pensó que se fijaría en ella más que en ninguna. Pero no te preocupes… le diré a mi hermano que le hable bien de ti y que le pregunte cuáles son sus intenciones.
- No. No hagas eso. Se pensará que quiero algo con él. - Empezaba a preocuparme que mi amiga quisiera saber más de la cuenta… ¿y si descubriese que todo lo anterior era una falsa?
- Pues que lo piense… Laila, imagínate… que lindos ojos pueden tener vuestros hijos. - Esas palabras me dejaron en shock. ¿Hijos? Mery Anne iba demasiado deprisa.
El Doctor Ross llegó con tres copas. Tras el brindis, Mery Anne se disculpó indicando que tenía que atender a los demás invitados y se marchó dejándome a solas de nuevo con él. Yo empezaba a estar sofocada y muy mareada. Jamás había bebido alcohol y ya llevaba dos copas de champán. El doctor pareció darse cuenta y me indicó que saliésemos a tomar el aire fuera en el jardín.
Una vez allí nos sentamos en un banco y pudimos ver que hacía una noche maravillosa, con un cielo plagado de estrellas y la luna llena que iluminaba nuestros rostros. Apenas recuerdo la conversación, aun la cabeza me daba vueltas. Pero sé que me habló de su viaje, de que verdaderamente pensó en volver a verme… que no todo lo que dijo fue mentira… y yo le creí, porque en aquel momento necesitaba creerle. Además en aquel momento sus ojos no parecían tan tristes como yo recordaba.
Inesperadamente se oyó ruidos tras los matorrales del fondo del jardín.
- ¿Qué ha sido eso? - Me sobresalté. El Doctor Ross se levantó y se dirigió al lugar.
- ¿Quién anda ahí? Descúbrase. - Seguía caminando hacia los matorrales. Miré a mi alrededor, las únicas personas que estábamos allí era el doctor y yo, los demás se veían muy lejos. No quería quedarme sola, así que corrí hacia él. De pronto él frenó sus pies, yo choqué contra su espalda y caí al suelo. La cabeza me daba vueltas. Quise ver lo que él miraba, pero todo estaba muy oscuro.
Entonces se oyó un grito.
Un escalofrío recorrió mi espalda. Era un grito de mujer. Algo malo estaba pasando en aquel lugar. Miré hacia atrás pero los invitados de la fiesta no oyeron nada, estaban demasiado lejos y la música sonaba muy fuerte.
- ¿Qué ha sido ese grito? ¿Ve algo doctor? - Dije mientras me ponía en pie. El doctor continuaba inmóvil mirando fijamente a la negrura. - ¿Qué es lo que mira? - Me asomé por un instante por encima de su hombro, tras él me sentía a salvo. Agudicé la mirada y empecé a ver una silueta dibujada en la oscuridad… había algo en el suelo. Entonces me agarré fuerte a la chaqueta del doctor Ross. Un susurro salió de mis labios. - Tengo miedo. - Entonces él se volvió bruscamente, pero en ese momento el ser que estaba agachado giró la cabeza hacia nosotros y pude ver unos brillantes ojos, que jamás vi en un ser humano, que me atravesaron como puñales afilados. El doctor tapó mis ojos con sus manos.
- Te sacaré de aquí - Me susurró. Y yo… me desmayé.
AmaRiË
Noviembre 2008







Relato registrado como propiedad del autor: T. Fernández Ávila
Puede encontrar la obra registrada en SafeCreative bajo el nombre de: Ellos me Comeran
1405090828319
Todos los derechos reservados.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dejar tu comentario ^^
Por favor no insultes... o Erza te matará!! En serio... XD

Lo más visto

SELECCIÓN DE RESEÑAS